lunes, 20 de febrero de 2012

Nuevas tecnologías

Estando en mi consulta, recibí la llamada urgente de las autoridades de la ciudad solicitando mi intervención ante un problema acaecido en el centro. Una vez buscada la palabra "acaecido" en el diccionario y tras darme cuenta de que no se escribía con h, me puse en marcha. Se trataba de lo que ha resultado ser uno de los casos más curiosos a los que me he enfrentado últimamente. Pasemos a exponer el caso.

Cuando llegué a la Plaza Mayor, la multitud de gente acalorada gritando me hizo ubicar rápidamente el problema. A toda prisa me dirigí hacia allí bajo el grito de "¡Soy psicólogo y calzo un cuarenta y medio!". La talla del zapato era insustancial, pero me gusta dar información personal a los pacientes para que establezcan una buena alianza terapéutica. Podía oir las risas de la muchedumbre hacia un pobre pocadumbre, mientras le hacían fotos y videos. Qué cabrones. No hay nada peor que tener un problema psicológico y que encima se rían de ti. Cuando al fin me abrí paso entre las carcajadas, me topé con un payaso. Me había equivocado de plaza y, como tengo coulrofobia, tuve que ser atendido por un psicólogo que trabajaba como estatua que ni siquiera me dijo su número de pie y que sólo intervenía si le ponías monedas.

Una vez recuperado y sin monedas sueltas, me dirigí al verdadero lugar del caso. Allí vi a un hombre aparentemente tranquilo tecleando en su teléfono móvil.

- Soy psicólogo y mi talla de calzoncillos es la M- dije en mi afán de establecer una buena alianza terapéutica- ¿cuál es el problema?

- ¡Este hombre nos está volviendo locos! ¡Es inabordable! No hay quién lo entienda y está armando un revuelo entre la clientela que luego a ver quién es el guapo que lo desarma y guarda las piezas- dijo un camarero de la terraza donde estaba sentado nuestro aparentemente tranquilo protagonista.

- Pues yo lo veo normal -afirmé inspeccionándolo profundamente mientras pedía un martini con leche corto de café.

Opté por sentarme en la misma mesa que nuestro paciente, al que llamaremos T para garantizar su anonimato. Una vez allí, T, no me dirigió la palabra. Parecía tener un carácter tranquilo. A simple vista, no entendía dónde estaba el problema.

- ¿Me va a decir qué le pasa? ¿Tiene algún tipo de problema?

- No, yo soy un hombre tranquilo... ¡maldito bastardo!- dijo cambiando brúscamente su ánimo. ¡¡¿Qué se han creído? ¿Que no sé lo que pretenden??!! ¡¡Ja!! ¡A mi no me encierra nadie, cabrones!!"

- ¿Qué le ha hecho cambiar tan bruscamente de estado de ánimo?- dije mientras me limpiaba el martini con leche que se me había caído en el bocata de berberechos por el repentino cambio.

- Pues no sé lo que me pasa -dijo de repente llorando desconsoladamente- un día me compré un móvil con internet y...

- Continue, continue, parecece que estamos avanzando...

- jajajajajajajjaa ¿sabe el chiste del señor que va a la carnicería y dice "póngame esa cabeza de cerdo de ahi" y el carnicero le dice "señor, eso es un espejo"? ¿lo sabe? jajajajajaj- dijo pasando rápidamente a un estado de elevado humor.

-Pues creo que me lo acaba de contar. Veo que tiene repentinos cambios de humor. ¿Sabe el chiste del psicólogo que le dice a un paciente en una terraza "¿desde cuando le pasa esto?"- intenté preguntar entrando en su juego.

- Yo no sé nada. Soy un pobre infeliz, feo y sin trabajo, enganchado a las nuevas tecnologías- dijo visiblemente deprimido ahora.

-¿No tiene amigos?

- 354. ¿Cree que me pasa algo grave? Dígame doctor...yo ya notaba que se me caía el pelo- dijo en un estado neurótico importante.

- Creo que puede tener que ver con su uso excesivo de una determinada red social, pero me harán falta unos minutos más para comprobarlo.

- Yo también lo creo. Creo que me vigilan y que hay gente que me quiere hacer daño, van a por mi porque no soportan que tenga tantos amigos- comentó T en lo que parecía ser su versión paranoide.

- ¿Por qué cree que le vigilan?

- No me vigilan, ¡me admiran! Soy como el nuevo Mesias, tengo un montón de seguidores pendientes de mis palabras- dijo mostrando ahora una personalidad expansiva y narcisista.

- Como sospechaba, acaba darme la clave de lo que le pasa.

- Lo que usted diga, me pongo en sus manos porque yo le admiro y estoy seguro de que un hombre tan inteligente como usted sabrá mejor que yo lo que es mejor para mi que no soy más que un pobre deshecho de la humanidad en comparación con usted ¡Mire que arte para mojar los berberechos en el martini con leche!- dijo ahora T mostrando su recién estrenado carácter sumiso y dependiente.

-¿Ya lo sabe? ¿Qué le pasa?- dijo el camarero que observaba la situación atónito olvidando al resto de clientes y dejando descuidada la cuenta de la mesa de al lado.

- Este hombre está enganchado a las redes sociales, a una en concreto. Ésta le hace cambiar continuamente de carácter de manera rápida y continua en función de lo que le comenten en la susodicha red. Llevamos 5 minutos de conversación y ha tenido numerosos cambios y estoy seguro de que si estuvieramos durante más tiempo, llegaría a un determinado número llegando así al final de su repertorio de personalidad. Aunque podría volver a empezar - le dije al camarero mientras cogía disimuladamente las propinas de la mesa del al lado para pagar mi cuenta.



- Mire Sr.T -le dije- mi diagnóstico es el siguiente. Está usted enganchado al Twitter, lo que le ha provocado un trastorno de personalidad conocido como "El trastorno de los 140 carácteres", consistente en un repertorio de carácteres y personalidades variantes y cambiantes en cortos periodos temporales. Tiene usted 140 carácteres, los mismos que dispone dicha red social, que han hecho que su carácter principal inicial se haya desfragmentado e independizado causando un caos en su psique. Psique, que por si no sabe lo que significa, viene del latín "Ps, y qué?" como abreviatura de la frase latina "Soy así desde siempre, pss ¿y qué?" y que desde entonces se utiliza para definir nuestra forma de ser.

- ¿Y hay tratamiento?¿Y hay tratamiento? ¿Y hay tratamiento? Repito las cosas tres veces para que no me pase nada malo- preguntó T sacando a relucir su personalidad obsesiva compulsiva.

- Si no se ve capaz de abandonar las redes sociales, le recomiendo que, al menos cambie de red a otra menos adictiva o que no implique el uso de 140 carácteres. Por ejemplo el facebook. ¿Qué le parece?

-"Me gusta".

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