martes, 31 de enero de 2012

Un curioso caso de genética


Estando yo absorto en mis pensamientos filosóficos de los martes por la mañana, me sorprendió mi secretaria para hacerme notar que el paciente de las 10 y media se encontraba en la sala de espera. Y digo que me sorprendió porque no tengo ni secretaria ni sala de espera. Le di las gracias, le dije que se tomara la mañana libre, no sin antes recoger las revistas de la sala de espera, y que hiciera pasar al paciente antes de irse.

Cuando el paciente entró en la consulta le hice sentarse en la silla situada frente a mi, ya que si le hacía sentarse en la que está detrás de mi posiblemente se sintiera incómodo si el paciente en cuestión tenía jirsumnifobia (fobia a los cogotes) o kisernomofobia (fobia a las caras peludas). Era un hombre extraordinariamente alto, aproximadamente metro noventa o metro sesenta y cinco y el contraste entre su fuerte cuerpo y su floja mirada era digno de mención. Con mi habilidad clínica, en seguida noté que tenía ante mi un caso de baja autoestima, lo cual deduje hábilmente al ver su estado de ánimo por los suelos. El hecho de que en su camiseta pusiera "Estado de ánimo por los suelos" acabó de confirmar mis hipótesis. Sus zapatos, vaqueros y americana eran realmente grandes, y al colgar la chaqueta en el perchero de la consulta, se desplomó. Con mi mejor sonrisa, le dije que no pasaba nada porque se cayera el perchero, que dejara de llorar y que lo añadiría en su factura.

Paso a continuación a transcribirles, como es tradición en este diario, la conversación mantenida durante la sesión.

- Bien, ¿cuál es su nombre?- dije mientras estudiaba su rostro con precisión milimétrica (cosa que pareció molestarle al meterle el regla en el ojo).

- Mi nombre es Frank.

- Bien, Frank, ¿Y qué le ha traído hasta aqui?

- El 26 - espetó.

- ¿Algo que le sucedió el día 26?

- No, el autobús 26 es lo que me ha traído hasta aqui.

- Veo que es un hombre literal.

- Si, me gusta la lectura.

- Entiendo... coménteme su problema.

- Pues verá, el caso es que es algo que siempre he tenido. La horrible sensación de que todo el mundo admira más a mi hermano que a mi. Me siento ninguneado. Tengo la impresión de que cualquier cosa que yo haga se toma como algo horrible y cualquier cosa que haga mi hermano es un descubrimiento.

- Bien - anoté la primera impresión que recorrió mi mente en ese momento: "macarrones con tomate" resolviendo así la duda de qué comer ese día- ¿y cómo se llama su hermano?

- Tito.

- ¿Mayor o menor que usted?

- Mayor.

- Y estos sentimientos que dice que tiene desde hace tiempo, ¿por qué le han traído hasta mi en este momento? ¿Qué ha cambiado?.

- Me siento como si para la gente yo no fuera humano, fuera una especie de engendro hecho de restos, siento que no encajo y encima, cuando voy los domingos a la comida familiar de casa de mis padres siempre me comparan con mi hermano con frases como "Frank, deberías aprender de tu hermano y hacer algo de provecho" o "La mujer de tu hermano tiene un gran físico y tu no estás ni casado".

- ¿Y su hermano qué le dice?

- La verdad es que él se porta bien conmigo, dice que tengo que relativizarlo todo y que todo es cuestión de con qué o quién se me compare. Que si me compararan con un oso hormiguero en esos términos sería más preocupante, pero que me compararan con alguien tan inteligente y brillante como él no era sino un halago a mi persona.

- ¿Y eso le molesta?

- Si, estoy cansado de que nadie me haga caso. He de confesar que he empezado a llevar a cabo actos delictivos, empecé por pequeños hurtos que han ido a más y...

- Podríamos encontrarnos ante un pequeño caso de cleptomanía para llamar la atención...

- Siento discreparle, doctor, pero creo que se equivoca en su diagnóstico de cleptomanía ya que nunca me ha gustado Eric Clapton.

- De acuerdo -no podía alargar la sesión haciendo ver al paciente de su error, quien no sabe apreciar a slowhand no merece explicaciones- y ¿a qué han derivado esos pequeños hurtos? ¿Se droga? ¿Fuma maría?

- No sé si fuma María, no la conozco.

- ¿Entonces en que ha derivado su actividad delictiva?

- Pues...como no conseguía llamar la atención con los pequeños robos, incrementé un poco la intensidad de mis actos y empecé a...cómo decirlo suavemente... empecé a hacer que la gente dejara de respirar a través de una imposición de manos en su carótida.

- Ajá- tragué fuertemente y pensé lo difícil que iba a resultar comerme los macarrones con alguien de semejante embergadura imponiendo sus manos sobre mi carótida- ... ¿y funcionó?

- Pues no, me metieron en prisión, lo que hizo que aún me detestaran más en mi familia y me quedara sin postre los domingos. Las comparaciones con mi hermano son insufribles para mi. Quiero que me valoren en mi familia, que la gente deje de decir lo brillante que es mi hermano y lo inútil y bobo que soy yo. A veces siento como que me falta un tornillo y... me suben los colores y... no sé qué haría. Es como si mi cerebro fuera un ordenador y se quedara bloqueado y sin saber qué hacer.

- ¿Ha probado con apagarlo y volverlo a encender?

- Yo sé que mi hermano es muy inteligente, pero por favor, las comparaciones son odiosas y eso hace que me sienta ninguneado, triste...

- Mire, Frank, es muy habitual que al hermano menor se le compare con el mayor, ya que éste primero ha puesto los listones a los cuales se ha de enfrentar el segundo y mediante los cuales será evaluado en cualquier aspecto de la vida. Con esto quiero decirle que, por muy bueno que sea su hermano en su trabajo, que por cierto, ¿a qué se dedica su hermano Tito?

- Es un reputado físico...

- Bueno, pues por mucha reputación en el mundo de la física que tenga su hermano, dudo que sea tan importante o, mejor dicho, que la comparación con lo que usted hace, le deje a usted en tan mal lugar. ¿A qué se dedica, señor Frank?

- Soy un monstruo...

- No se menosprecie, Frank, positivice y dígame a qué se dedica.

- Pues a eso, soy un monstruo clásico. Me dedico a dar miedo a los niños.

- ¿En una casa del terror?

- No, así en la vida diaria. Me levanto por las mañanas, asusto a los niños, desayuno, asusto a los ancianos del parque, voy a comprar el pan, vuelvo a asustar a los niños, hago la comida mientras asusto telefónicamente a dos señoras, hago la siesta, asusto a los que llaman para ver si quiero cambiar de compañía telefónica, ceno, quito unas respiraciones por imposición de manos, asusto una última vez y me duermo. Ese es mi día a día.

- Hombre, entre un científico y un monstruo... comprenderá que las comparaciones son fáciles en este caso. En todo caso, la genética es caprichosa señor Frank. Es posible que en el reparto genético de inteligencia y habilidades, a su hermano le fueran otorgadas habilidades científicas y cognitivas y a usted habilidades de tipo más físico.

- Hombre, ahora que lo dice, mi hermano es un tirillas, sólo se le ve pelo y bigotes y yo en cambio parezco un armario. Él tiene inteligencia y yo fuerza...

- ¡Así me gusta Frank! ¿Ve como todo es relativo?

- ¡Otro como mi hermano! ¡Qué cansinos con la relatividad! ¡No me provoque que le impongo las manos en la carótida, doctor!

- Entendido, Frank. Le voy a pedir que haga un ejercicio en el que en dos columnas ponga las cosas que usted cree que puede hacer y su hermano no y lo revisaremos en la próxima sesión. En todo caso le voy a dar cita para dentro de quince días para comentar los ejercicios. Dígame su primer apellido.

- Einstein.

- ¿Frank Einstein? ¿Es usted Frankenstein?

- Si, en el trabajo junto nombre y apellidos por cuestión de márketing. Tiene más gancho.

- Entonces su hermano Tito... Albertito... Alberto... Albert... ¿su hermano es Albert Einstein?

- Tito para la familia.
. ¡El mejor físico del mundo!
- (Resoplando) Si... veeengaaaa... otro... blablabla...no me venga con la cantina usted también...

- ¡Caramba! ¡Qué curiosa es la genética!

- Y que lo diga, doctor...


Al acabar la sesión, Frank me dio la mano, fracturándome cuatro dedos y provocándome una luxación de codo en grado tres. Llamé a mi secretaria para que anulara las citas del resto del día, pero no recordaba que le había dado el día libre. Encima, no había recogido la sala de espera la muy cenútria. Ahora recuerdo por qué no tengo secretaria ni sala de espera....